jueves, 13 de septiembre de 2012

JUEGO DE LOS MAYAS

El juego de pelota fue practicado por los pueblos precolombinos desde las selvas de Petén hasta el altiplano mexicano. Su existencia ya queda atestiguada por los restos olmecas hacia el 1000 a. C., pero con la cultura maya el deporte adquiere su máximo apogeo, atestiguado por el campo de pelota de Chichén Itzá, de 180 m de largo por 40 de ancho y que a su vez es el mayor conocido.

El juego de pelota se caracterizaba por ser algo más que una diversión. Su práctica estaba íntimamente relacionada con las creencias, las mismas que guardan los pocos pueblos mexicanos que aún juegan a alguna de sus variantes.
Para los mayas, estos campos de juego no eran sólo una construcción simbólica. En ellos se podía vencer realmente a la muerte.
La mayor parte de los campos de pelota encontrados en el área maya datan del período clásico (II – IX d. C.), y gracias a sus relieves y algunos testimonios se ha podido elaborar una idea de cómo se desarrollaba el juego.

Al iniciarse la competición, la pelota se lanzaba a la cancha con la mano, pero después solo se podía tocar con caderas y muslos. No se conoce la forma en que se llevaban a cabo las puntuaciones, ni cuántos jugadores formaban los equipos, pero casi todas las canchas encontradas muestras al menos dos contadores.
Las pelotas se elaboraban con látex líquido procedente de los árboles de caucho. Su peso oscilaba entre tres y ocho kilos, peso más que suficiente si tenemos en cuenta que el aro por el que se debía introducir la pelota se situaba a unos siete metros de altura.

Algunas teorías apuntan al hecho de que los perdedores eran sacrificados, cortándoles la cabeza en representación de los legendarios hermanos muertos, mientras otras sostienen que sólo a veces se llevaban a cabo ejecuciones de algunos presos durante los torneos. Sea como fuere, el juego presenta un aspecto cruel, ya que su importancia residía en manifestar el poder del soberano vencedor, que se podía permitir humillar a sus adversarios.
El mito del nacimiento del pueblo maya habla de dos hermanos, Jun Junajpu y Wuqub Junajpu, que jugaban a la pelota delante de la entrada al temido inframundo. Los señores de las profundidades les retaron a que bajasen a jugar a su reino, donde asesinaron a los dos hermanos.
Pero la cabeza de Jun Junajpu, colgada de un árbol, logró con una gota de saliva y de forma milagrosa, engendrar al hijo de una joven del inframundo. La muchacha al saberse encinta huyó al exterior, por miedo a las iras de los malvados dioses. Allí dio a luz a los gemelos Junajpu y Xbalanke, que continuaron la tradición paterna del juego de pelota.

Fueron ellos, quien después de innumerables pruebas, consiguieron derrotar a los señores del averno, tras lo cual ascendieron al cielo convirtiéndose en el Sol y la Luna. Las escenas de este relato pueden contemplarse en los relieves del campo de pelota de Chichén Itzá.
La importancia de esta narración radica en que los campos de juego se dispusieron de forma que representasen la entrada al inframundo, para revivir el mito. Era un escenario que representaba el origen del poder de los reyes, igualados a los dioses. Los soberanos pues, bajaban al inframundo y vencían a la muerte, enfrentándose con los dioses malvados.

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